Capítulo VI-A: Fumar mata.

Sabía que preguntarle por qué hacía todo aquello era como preguntarle a un espejo por qué reflejaba, por qué mostraba las cosas así como eran, sin más, sin atender a condicionamientos. Porque aquel hombre gozaba de la simpleza que todos alguna vez hemos imaginado, esa simpleza que se asemeja a la perfección, pero de la que todos rehuimos por temor a parecer quizá unos niños, enanos inexpertos en esa materia que llaman vida. Su semblante era serio, pero los ojos perecían querer desorbitarse de deseo, de mirar solo al horizonte. La barba la tenía enjuta, abigarrada y mucho más poblada en la zona del bigote. Tenía tanta decisión impresa en el entrecejo que ni el más quisquilloso de los mortales se habría atrevido a preguntarle nada, y mucho menos a cuestionar la escopeta que llevaba en el regazo.

Orlando se dejaba solo llevar por la situación. Estaba demasiado cansado de todo como para atreverse a actuar en contra de aquella fuerza imparable que se estaba desarrollando a su alrededor. O más bien es que sabía que su actuación sería inútil, por la manera en que aquel niño encerrado en esa cárcel mastodóntica de carne y hueso lo había levantado del suelo y llevado hasta el baño.

O más bien es que deseaba aquello con todas sus fuerzas, por ser el único apoyo firme que había encontrado en años. Porque aquel chino tenía mucha influencia en su mundillo de mediocridad y peleas callejeras, pero le parecía que en cualquier momento podría llevárselo una fina brisa. Y Lili era la mujer que amaba, pero ella nunca le había dado una garantía, ni siquiera un leve roce de su mano, ni una mirada prolongada. Y teniendo en mente las últimas imágenes de aquel policía entrando en su hogar a la fuerza, su imagen delicada se había vuelto trémula e inestable. Casi se perdía en la oscuridad del subconsciente.

Todo avanzaba a un ritmo lento. Llegaron al pueblo pasadas las seis de la tarde, cuando todavía hace mucho calor. El cuartel de la policía estaba a la entrada, demasiado a la vista quizá. Ni los mismos guardias de la entrada pudieron percibir ni prever nada de lo que allí iba a ocurrir. El tractor de un verde botella oxidado se fue parando hasta llegar a la altura de la misma puerta principal. Ambos se bajaron y agarraron sus respectivas armas. Orlando, poco habituado a los utensilios del campo, tuvo un par de problema al principio con la guadaña, que se le cayó al suelo. Una vez se la echó al hombro, le costó unos segundo encontrar las manetas por las que debía asir aquel armatoste. El mastodonte que se hacía llamar Johnny lo miró un instante a los ojos, cuestionando primero su habilidad para saquear calabozos. Luego, un instante antes de apartar la mirada y colocarla en el mismo portón del cuartel, pareció preguntar si todo aquello merecía la pena. Orlando no sabía hablar con la mirada, a pesar de ser latino.

Orlando nunca llegó a saber por qué Johnny se arriesgó de aquella manera por una causa que nada tenía que ver con su persona. Muchos años más tarde encontró diversas respuestas posibles, pero no se atrevió a determinar una sola, aquello solo conseguiría restarle la libertad de la duda.

Una vez Johnny apartó sus ojos del sudaca, quitó una de las manos del arma y se la llevó al bolsillo. Rebuscó un poco hasta llegar al pitillo que tenía en algún lugar de aquel sucio abismo. Se lo llevó a la boca y volvió a rebuscarse en el bolsillo. Sacó una cerilla, la frotó contra la pared y esta se prendió. Solo la cerilla parecía comprender todo lo que allí pasaba, cuando chasqueó contra el cemento pintado de blanco y comenzó a arder. Se encendió el cigarro y dio una primera calada muy fuerte. Espiró un humo denso y antes de que este desapareciera, dio un puntapié al portón de madera pintado de azabache. La cerradura se partió con un quejido seco, como cuando se parte una nuez. Todos los que se encontraban en el interior miraron boquiabiertos aquellas dos figuras armadas.

En aquel instante Orlando sintió la intempestiva necesidad de dirigirse a Johnny.

-Si fumas vas a molilte- dijo inocentemente.

El mastodonte de mirada soñadora se rió.

Mindfuck Yisus

Eso para empezar, que os veo desentrenados. Últimamente nos hemos puesto demasiado serios y esto ha de acabar. Para ello os narraré los mindfucks más grandes de mi vida.

1.-La llegada de los Reyes Magos

Yo nací sin problemas, con mi aureola y todo mi rollo, perfecto, flama de la rama… Y tan tranquilo estaba en mi pesebre tocándome mis santas gónadas, cuando veo aparecer por la puerta a tres señores con barba, capa y coronas. ¡Y encima lo primero que dicen es que los camellos les esperan en la puerta! Claro, después de eso ninguno les creímos cuando dijeron que venían de Oriente y todo el rollo, pero sí, sí, de Oriente venían porque sacaron sus DNIses orientales con su fotito y su todo. Muy bien al final, pero eso, que al principio una rayada de la leche vaya. Lo de la mirra también fue desconcertante, pero ya expliqué en otra entrada que acabé dándole uso.

Venían arregladitos los joíos :$
Venían arregladitos los joíos :$

2.-Primer polvo con la Magdalena

Bastante raro fue, para qué negarlo. Ella ya era una mujer experimentada en nuestra primera vez, y yo, hijo de una Virgen… pues en mi vida había tocado un sagrado vello púbico. Os podéis imaginar lo rápido que acabó aquella escena, tétrica por otra parte, ya que mi aureola chocaba contra la cabecera de la cama, desprendiendo chispas que comenzaron a hacer arder las sábanas.  Un caos completo. Ya con el paso del tiempo, aprendí cómo convertir la sangre en vino, cosa que antes hacía con el agua… me resultó muy útil.

3.-La Última Cena

Mi momento «WTF» por excelencia. Una cenita de colegueo con los apóstoles que acaba con: ellos bebiendo de mi sangre, yo besándoles los pies, sólo había un pan para todos, una sola copa, me fui a potar al Monte, me vino Judas, nos liamos, los romanos nos trincaron, cuando quisimos escapar se me enganchó la sandalia en un arbusto, bueno, bueno, bueno… La liada padre. Luego vino lo de la crucifixión, que marcó una nueva etapa en mi vida: nunca más pude coger arena en un puño para ver cómo se caía.

Las andanzas de Yisus

Mi foto de perfil en Facebook
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Buenas y santas tardes de domingo, hermanos. Bienvenidos a este rincón del universo en el que impartiré mis enseñanzas con maestría y dedicación. Mi nombre es Jesús. Algunos me conocen como Jesucristo, otros como El Salvador y otros como el de las barbas que fuma de todo y se pone a contar paranoias. La realidad es que soy todos esos personajes, soy todos los hombres de buen corazón y en todos estoy, por mucho que las leyes de la física me contradigan. Y es que soy Jesús, hijo de Dios, pero Dios a la vez. Y también la Santísima Trinidad. Y la paloma ¿no? ¿O la paloma ya no? A ver; Dios es el Espíritu Santo, y la paloma… ¿Quién coño es la paloma?

A lo que voy, hermanos, que en este domingo, día Santo del Señor, que es mi papá, vengo a contaros mis andanzas por aquella época en la que estuve en la Tierra, que la verdad es que se lió parda pero parda. Los romanos por un lado, Julio César mandando, el pueblo que primero me adoraba y luego no, el tema de las cruces, que si Judas Iscariote y Judas Tadeo, y yo un lío porque no sabía bien cuál de los dos me traicionaba ¿Será el Iscariote o el Tadeo? Al final resulta que el Tadeo hizo una peli con Telecinco y fue como si me traicionaran los dos.

Como veis tengo Biblia para rato, así que idos agarrando los machos porque cada domingo impartiré mi misa particular, con moralejas y refranes populares y lo mismo un rapeo que otro, que tengo el flow por las nubes.

El próximo día os contaré, así por encima, cómo preparé el casting para los doce apóstoles. Que como todos sabéis son: Juan, Judas el normal, Judas el Traidor, Mateo, Simón (que después se hizo con una importante marca de bebidas a la que puso su nombre), Andrés, Felipe, Bartolomé, Jacobo (que al ser santo se convirtió en un delicioso aperitivo frito), el otro Simón, Matías, y Tomás, al cual apellidábamos Turbado en tono jocoso. En un principio pensé en hacer un programa llamado ‘Un príncipe para Yisus’ pero pensé que era mejor hacer algo en plan ‘Factor X’, y los doce maromos con más flow del fucking pueblo judío pasarían a ser mis esclavos discípulos. Este fue el resultado:

El domingo de la próxima semana entraré en detalles sobre esta espectacular historia de traiciones, fe, esperanza, Judas y Simones. Hasta más ver hermanos. Daos la paz los unos a los otros como yo os la he dado. Y cuidadito en los callejones oscuros.