Capítulo V: Krossover.

No entendió mucho del mensaje. Pero sí lo suficiente para saber que si quería conocer a su emisor tenía que acudir dos días después a un sitio llamado algo así como Krossover. Por el nombre imaginó que sería algún tipo de pub de/para turistas extranjeros.

En el mensaje se le indicaba también que para facilitar el reconocimiento el mensajero llevaría unos pololos en color beige y camisa verde botella. Por la descripción, un par de complementos más, la bandurria e iría al encuentro de un tuno, pensó.

Al día siguiente recorrió el pueblo una vez más, en busca de algún luminoso que le indicara la existencia del bar. Cuando empezó a dar la búsqueda por perdida divisó el típico grupo de adolescentes pasando la tarde en una plazoleta. Se acercó a ver si le podían indicar o facilitar alguna dirección concreta.

El que parecía el cabecilla del grupo le contestó algo como que el Krossover ya no estaba de moda, que perdía el tiempo si iba allí, pero tras su insistencia le indicó como llegar.

Al día siguiente, se pasó por el sitio quince minutos antes de la hora acordada. Ni de lejos resultó ser el bar que había imaginado. Encontró con una tasca cuya limpieza e higiene eran cuestionables, la barra, sujeta por los tres borrachos de turno, las sillas lucían unos colores que en su día seguro gozaban de mejor calidad. Al fondo del bar se podía vislumbrar una especie de escenario donde una pequeña pizarra anunciaba con una caligrafía mal escrita una actuación de flamenco de mano del que seguro sería el artista del pueblo. En cuanto al camarero, qué decir, se encontraba secando una jarra con un paño que tenía aspecto de haber sido blanco hacía mucho tiempo. Se consoló pensando que no estaría allí mucho tiempo si su cita llegaba puntual.

Se sentó en una mesa desde la que podía ver quién entraba antes de que pudieran verle a él, pidió una botella de agua y esperó.

Miraba el reloj impaciente, quienquiera que fuera llegaba tarde. Y no le gustaba esperar, era algo que le sacaba de quicio. Cuando comenzaba a quitar la etiqueta a la botella sonó el chirriar de la puerta, levantó la cabeza y le vio. Tuvo que parpadear para asegurarse de que no era causa de su imaginación.

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