Historia de verano IV-B: «Guerra»

Lo que no esperaba el grupo de machos typical spanish es que se torciera una sonrisa en la boca de la líder de las feministas, que le dejara el megáfono a la compañera que tenía más cerca sin dejar de mirar un segundo al insensato que había abierto la boca, y que, sin dejar a un lado la sonrisa, le propiciara un rodillazo en sus partes bajas. A la derecha concretamente, por supuesto.

La reacción fue la esperada. El “líder” cayó de rodillas y no tuvieron que preocuparse más por él, y otro al final del grupo salió corriendo en dirección contraria con lágrimas en los ojos gritando algo que nadie logró entender pero que los presentes definieron más tarde, cuando ya todo estaba en calma, como “¡¡papááá, papááá!!”. No hubo que ejercer más violencia. Aprovechando que tenían la furgoneta-hamburguesería de Wei al lado, se armaron con todos los botes de ketchup que pudieron encontrar y rociaron a gran parte del bando enemigo haciendo que tuvieran que volver corriendo a sus casas a cambiarse, que estaban en feria y había que ir de boda, por el amor de dios.

Cuando no hubo más existencias de ketchup, apenas quedaban tres repeinados temblando, y bajando. De esos tres, a dos de ellos bastó con estropearles la masa de gomina a la que llamaban peinado. Quedaba uno en pie. Un solitario que tenía el jersey anudado al cuello descolocado, despeinado de haber rodado por el suelo en alguna que otra ocasión y manchas rojas de sus amigos caídos. En frente, un grupo de feministas cabreadas y armadas con uñas y dientes que no dudarían en saltar a su cuello de un momento a otro. Empezaron a temblarle las piernas. Hasta él debió darse cuenta de lo ridículo que era permanecer allí porque salió corriendo por patas en menos de dos segundos.

Una vez acabada esa molestia, se limpiaron los restos de ketchup de las manos en la camisa Louis Vuitton del que estaba ahora intentando huir gateando porque aún no podía ponerse en pie y se preocuparon del siguiente problema: Wei, que ya estaba recogiendo el dinero de la apuesta que había formado de manera improvisada y sobre la marcha. Se acercaron todas lentamente bajo la atenta mirada de Orlando, que ansiaba que, sólo para empezar, le hicieran lo mismo que le habían hecho al líder de los repeinados. Por lo menos.

21:46

Primera parte: 23:57
Segunda parte: 03:23

13:48 de algún día de primavera en la misma habitación de hospital.
Mi compañera de cuarto lleva dos días despierta. No habla mucho. Yo tampoco. No he vuelto a ver al muchacho que dormía con un ojo abierto a su lado. Creo que se fue porque se dio cuenta de que iba a despertar.

14:17
Sigue sonando la misma música irritante.

16:24
He hablado un poco con ella. Se llama Beatriz. Creo que me ha preguntado que por qué estoy aquí porque se ha dado cuenta de que todos los enfermeros y enfermeras, no importa de qué turno sean, conocen mi nombre. Ha estado mirando un punto fijo de la pared blanca durante 10 minutos cuando se lo he dicho, mientras volvía a poner esa mirada perdida. Sólo la quita cuando está hablando con alguien o es estrictamente necesario. No ha vuelto a decirme nada y no he querido forzarla a seguir hablando. Me cae bien.

17:56
Ha pasado el médico. A mí me ha dedicado la mirada de siempre, su media sonrisa y me ha dicho que sigue sin haber mejora. He dejado de escuchar.

19:15
Puedo ver que Beatriz no acaba de creerse lo del hombre que la ayudó y se quedó aquí con ella, pero tiene miedo de preguntarme por si no es verdad. Debe quedar un día, como mucho, para que le den el alta.

21:39
Ha vuelto a entrar el médico para un último chequeo, aunque esto no suele ser normal. Como pensaba, le ha dado el alta a Beatriz y se ha ido sin mirarme para dejarle tiempo a que recoja sus cosas. Ella no tarda ni cinco minutos y cuando acaba me mira y se despide de mí. Me pregunta si puede darme un abrazo y le digo que sí. Luego le suelto, sin que me lo haya preguntado, que lo del chico era verdad y que espero que le vaya bien. Me dedica una última mirada de agradecimiento y se va.

21:46
Vuelve a entrar el médico. No hay rastro de la media sonrisa. Me dice que no podemos hacer nada más y que sólo queda esperar. Dejo de escuchar.

 

 

21:40
Prepara las cosas para irse mientras no deja de pensar en la chica de la cama de al lado. Tan joven…

21:42
Le cuenta que lo del muchacho es cierto y le quita un peso de encima, aunque no sabe exactamente por qué. Al menos no tendrá que seguir pensando si era verdad o no. Ahora mismo tampoco sabe bien qué pensar. Le gustaría haberlo conocido.
No era raro que nadie hubiera ido a recogerla, sus familiares no estaban en aquella ciudad y sólo había llamado al trabajo para contar qué había pasado.

21:46
Sale del hospital. Mira a ambos lados, pero sólo ve una figura alejándose por la calle. Pone rumbo hacia su casa.

 

21:45
Lleva más de media hora plantado frente a la puerta del hospital. No sabe qué está haciendo, ni siquiera sabe si ella seguirá ahí. Decide que no va a entrar, no hoy. En realidad, supone, seguramente le hayan dado su nombre o algo en el hospital. No, no va a entrar.

21:46
Comienza a caminar hacia su casa.

Otras historias

Buenas noches. Hoy dejo mis historias habituales para traerles una recomendación musical. Y digo una recomendación porque es, en efecto, una. Deseché mi idea original de crear una lista con más recomendaciones porque eso me obligaba irremediablemente a incluir grupos y canciones que no podían faltar en una lista musical que hiciera yo. Y claro, eso serían dos kilómetros de entrada y quería que volvieran a dejarme escribir aquí. Eso, y que si las siempre odiosas épocas de exámenes me impiden escribir tanto como me gustaría, imaginaos escribir una entrada de esa magnitud.

Así que decidí restringir el campo a un grupo que conocí hace poco y del que me sorprendo tarareando gran cantidad de canciones a menudo: Mundo Chillón.

Pero claro, ¿qué canciones poner? Una decisión difícil que me ha tenido pensando varios días, no os creáis. Teniendo en cuenta, además, que en youtube hay sólo una pequeña selección de canciones.

Y luego caí. Qué mejor manera que introduciros este pequeño mundo que como yo lo conocí. Por casualidad, con sorpresa y en La Tertulia. Un bar que, si sois de Granada o venís alguna vez, os recomiendo que visitéis. Bar que ha recomendado también alguna que otra vez nuestro Gorrión.

Y fue por casualidad porque, aunque un amigo ya me había recomendado el susodicho grupo, aún no había escuchado ninguna canción, y yo me encontraba allí por una de esas jam de poesía que organizan esperando a escuchar leer a nuestro JacintoCC la genial 1+1. Os dejo el enlace aquí. (También se ha pasado por allí, por cierto, ppalvarez y os dejo el enlace aquí).

Así que, volviendo al tema que nos ocupa, aquí está el vídeo de las tres canciones que tocaron aquel día y que para mí no tiene desperdicio por varias razones, entre otras: las introducciones a las canciones, el gran Manu Clavijo al violín, esa melodía en la primera canción, y que las canciones están entre mis favoritas.

Y esto dice más o menos así:

Ni que decir tiene que me apunté en aquella lista, que fui al concierto aquel fin de semana y que volví a mi casa con una sonrisa en la cara y el nuevo disco bajo el brazo, al que he dado al play al comenzar a escribir esta entrada.

Así que, mientras ellos estén tocando en el bar, que las tragaperras sigan sin dejarnos ganar.

03:23

Primera parte: 23:57

03:23 de una madrugada dos días después. Quizá más.
Una luz alargada pegada a la pared alumbra tenuemente la habitación blanca. Ella no se ha dado cuenta, de todas formas. Lo sabría si abriera los ojos. Estaba demasiado cansada como para pensar siquiera en hacerlo. De hecho, sólo pensaba, y fugazmente, cosas inconexas que no recordaría después.

03:27
“Quedan tan lejos aquellas escenas,
de patios, de vida, de juegos, de guerra,
de no saber, de no pensar, de no importar ver estrellas.”*

03:27:20
“¿Y qué vas a hacer? Gritar, lo más alto que puedas.”*

03:28
Mueve, casi imperceptiblemente, los dedos de la mano izquierda.

 

03:20 de la misma madrugada de primavera.
No recuerda exactamente cuántos días lleva allí, en la misma postura en aquella silla incómoda. Al lado de una desconocida de la que conoce a la perfección el pequeño lunar encima del labio superior, la línea de la nariz y las ondas que forman el pelo al caer desde la almohada. Se ha acostumbrado a controlar con la mirada la venda que cubre su abdomen, por si vuelve a teñirse de rojo; a respirar al ritmo al que ella mueve el pecho. Un movimiento que se le antoja más difícil de lo que debería.

03:24
Sólo está él, no se ha movido de ahí. No ha llegado nadie más; no había forma de identificarla, tampoco.

03:26
“¿Y qué vas a hacer? Volver a ser el que eras.”*

03:27
No, definitivamente no. Apoya la cabeza en el respaldo de la silla y, casi sin darse cuenta, comienza a cerrar los ojos.

03:28
Abre los ojos de golpe. Le ha parecido que se ha movido, así que se queda mirándola más fijamente. Ahí está, un leve parpadeo en los ojos. Comienza a sentirse más nervioso aún, ahora por no saber lo que va a decirle.

03:30
Cualquiera vería ahora que va a despertarse, por lo que decide que es momento de recoger sus cosas e ir a avisar al médico. La canción sigue sonando en su cabeza cuando cruza las puertas del hospital hacia la calle.

*Palos de Ciego – Izal

Ruleta

Ahí está, en el centro de la mesa. Dejo que se me escapen unos segundos más y alargo la mano hacia ella. La noto fría en mis manos, inmóvil, inerte, cada vez más pesada. El resto de la habitación desaparece. No tengo muy claro si yo hago como si no existiera o si deja de hacerlo de verdad. Cierro los ojos y respiro hondo una, dos y tres veces. Pero me quedo quieto y los segundos siguen pasando. Esos horribles segundos. Contengo la respiración y noto una gota de sudor caer por mi espalda al notar el frío en la sien. Aprieto el gatillo. Me pitan los oídos, pero eso debe ser una buena señal. Destenso los músculos del brazo poco a poco y vuelvo a dejarla en el centro de la mesa. Lentamente, porque ahora soy demasiado consciente de que es ella la que la va a coger. A mí se me cierran todas las paredes de la habitación y ella, sin embargo, con toda la serenidad en sus venas coge la pistola y se la coloca en la cabeza. No de una forma rápida y precipitada, pero tampoco duda un solo momento. No me da tiempo a reaccionar, sigo mirándola a los ojos porque ella no los ha apartado de mí un segundo, pero ni así soy capaz de entender la expresión de su cara, inmóvil y tranquila. El sudor frío de mi espalda ha vuelto y se ha extendido hasta el resto de mi cuerpo en las dos milésimas de segundo que han pasado desde que se puso la pistola en la cabeza. Sé que va a apretar el gatillo y vuelvo a ser yo el que cierra los ojos. Ella no. Oigo la ausencia de bala en el cañón y suelto todo el aire que se había instalado en mis pulmones inconscientemente. Vuelvo a abrir los ojos. La pistola está en la mesa, las paredes en su sitio y mi estómago hecho un pequeño bulto esperando a recibir más golpes. Le echo una breve mirada. Está mirando al suelo. Decido que cuanto más rápido antes acabará esto y no me permito pasar por lo mismo que la última vez. Así que cojo la pistola y sin pausa y algo de precipitación la coloco en mi sien y respiro hondo una, dos y tres ve

23:57

23:57 de un día de primavera cualquiera.
Una farola solitaria en medio de la calle ilumina un trocito de su camino, que recorre rápidamente y mirando al suelo. No hay nadie más, de forma que lo único que se oye son sus zapatos decididos contra el suelo con cada uno de sus pasos. 23 segundos después sale por completo del haz de luz de la farola y su figura vuelve a perderse en la oscuridad.
23:59
Comienza a llover
00:00
Pasa por debajo de otra farola. Distinta, en otra calle. Nota que otra figura oscura la sigue y comienza a ir más deprisa. Ya no está lejos de casa. Pero la figura la adelanta, le planta una navaja frente a la cara y le exige todo lo que lleva encima, que es, prácticamente, todo lo que tiene. Ella, asustada, se lo da. Importa poco, porque acaba con la navaja abriéndose paso hasta sus entrañas.

23:55 del mismo día de primavera.
Un día más caluroso de lo que debería. Se asoma a la ventana con la excusa de que la brisa, un poco más fresca según se va haciendo más tarde, le quite un poco del bochorno que tiene. En realidad, lo que quiere es verla pasar una noche más.
23:56
Dirige la vista, inquieta, hasta la única farola de la calle. Tiene que forzarla un poco porque la ventana está más alta de lo que a él le gustaría. Siente los nervios instalarse en su estómago, como si alguna vez hubiera hablado con ella. Como si alguna vez fuera a hablar con ella.
23:57
La ve pasar, la blusa roja lo único que se distingue entre los colores de la noche. Escucha sus pasos rápidos y tenues desde la ventana.
23:58
Hoy sigue apoyado en el alféizar, no se ha ido al verla. Se queda mirando fijamente lo poco que alumbra la farola en la calle.
23:59
Comienza a llover. La farola no lo sabe, pero es la única que hace patente que está lloviendo. Él decide salir a la calle. Sólo a dar un paseo. La lluvia le ayudará a aclarar las ideas.
00:03
No lleva ni 5 minutos de paseo y le parece ver un bulto rojo en el suelo. Tres pasos más y distingue la blusa. En ese momento empieza a correr hacia ella. Cuando llega comprueba que sigue respirando, aunque parezca que su blusa se extiende cada vez más por el suelo. Está completamente pegada a su cuerpo. Sus manos temblorosas sacan el móvil y pide ayuda.
00:07
La abraza.